sábado, 13 de marzo de 2010

Las palabras...


¡Cuánto bien puede hacerse y cuánto mal puede impedirse con palabras buenas!

Pero también, ¡cuánto mal se causa y cuanto bien se impide con palabras malas!

Una lengua cortante se hace más afilada aún con el uso.
Quien no sabe poner freno a su lengua, lleva en sí una enfermedad terrible.
Pon freno a tus pensamientos cuando estás solo, y ponlo a tu lengua cuando estás con otros.
La contradicción es la sal de la conversación; pero hay que usar poca sal.
Lee atentamente las palabras de la epístola de Santiago (3,5-10) y obsérvalas:

"La lengua es un miembro pequeño, sí, pero viene a ser origen fastuoso de casas de gran bulto." Por esto la misma naturaleza parece haberle dado una custodia. Está encerrada en la cavidad bucal; delante de ella la cuidan los dientes como una barricada; los labios la apartan del mundo exterior y, aún así..." (Plutarco)

"Todo hombre sea pronto en escuchar, pero lento en hablar". (Santiago 1,19)

-Santiago Koch, SVD-
De: Tu compañero de jornada al encuentro con Dios

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