San Roberto fué uno de los santos más simpáticos
de la Edad Media (vivió en el año mil).
Todo lo que recibía lo daba a los pobres.
Fundaba hospitales y asilos y recogía a los más
abandonados y la gente lo quería muchísimo.
Un día se encontró con un pobre en un camino
y le dió una limosna con cierta frialdad.
Luego se puso a pensar: "di limosna, pero no di cariño"
y se volvió y saludó cariñosamente al mendigo estrechándole la mano,
y deseándole mil bendiciones de Dios...
Que bueno que nos hiciéramos de vez en cuando esta pregunta:
¿Cuando doy limosna, doy tambien cariño?
¿O lanzo mis limosna como se lanza un papel a la canasta de la basura o
un poco de comida a las gallinas...?
El libro del Eclesiástico aconseja: "Cuando des limosna
no acompañes tu ayuda con gestos de amargura y frialdad,
sino con gestos de bondad y
amabilidad"...
¿Das con alegría?
¿O más bien das con disgusto perdiendo la gran bendición que Dios
tiene preparada para quienes dan con alegría?
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