domingo, 18 de abril de 2010

Panamá, un nuevo pastor


La Arquidiócesis de Panamá acoge desde este momento a su nuevo pastor, en la persona de monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, obispo número 46 y séptimo arzobispo de esta diócesis primada de tierra firme, próxima a cumplir sus 500 años de erección como iglesia doméstica.

En la estricta línea de sucesión apostólica, la llegada de un nuevo obispo nos conecta con Pedro, piedra de la Iglesia, a quien el mismo Señor Jesucristo impuso las manos, para ser cabeza visible en la tierra de quien es cabeza y único pastor de la Iglesia, su Cuerpo Místico, que en su santo nombre se reúne para alabar a Dios y recordar el amor, su entrega y sacrificio como Redentor y Salvador del mundo.

Monseñor Ulloa, Arzobispo Metropolitano por la gracia de Dios, inicia su ministerio pastoral recibido, cual Jesús al entrar triunfante a Jerusalén, con la alegría y la emoción del pueblo. Alegría por la buena noticia de pastor nuevo, y la emoción de ver el actuar del Señor en esta Iglesia particular. Este regocijo ha de perdurar durante todo el período que Dios le otorgue a nuestro nuevo Arzobispo, para lo cual, el pueblo católico que peregrina en Panamá, ha de tener presente en todo momento la oración, la comprensión, la obediencia, y la filial fidelidad que él necesita en cada momento de su gobierno pastoral.

Sean dadas las gracias a Dios por habernos suscitado un nuevo pastor, un nuevo Arzobispo, que oriente y guíe a este rebaño tan necesitado de consejo y amor paternal. Con monseñor Ulloa somos, pues, uno en Cristo y Cristo en uno. Bendito sea el nombre del Señor por este regalo fruto de su bondad y su misericordia.

fuente: Panorama Católico Panamá

jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo


El Papa Juan Pablo II se dirigía a los sacerdotes el jueves santo de 1982 en estos términos:

«El jueves santo es el día del nacimiento de nuestro sacerdocio. Es en este día en el que todos nosotros sacerdotes hemos nacido. Como un hijo nace del seno de su madre, así hemos nacido nosotros, Oh Cristo, de tu único y eterno sacerdocio. Hemos nacido en la gracia y en la fuerza de la nueva y eterna alianza del Cuerpo y de la Sangre de tu sacrificio redentor: del “Cuerpo que es entregado por nosotros” (cf. Lc 22,19), y de la Sangre, que “por todos nosotros se ha derramado” )cfr. Mt 26,28).
Hemos nacido en la última cena y, al mismo tiempo, a los pies de la cruz sobre el calvario; allí, donde se encuentra la fuente de la nueva vida y de todos los sacramentos de la Iglesia, allí está también el inicio de nuestro sacerdocio».

Pero no sólo los sacerdotes experimentan hoy el amor de Cristo. Cualquier fiel contemplando los misteriosos acontecimientos de esta noche, escuchando las palabras de Jesús y viendo sus gestos al lavar sus pies y distribuir la comunión, puede repetir con san Pablo: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me (Gal 2,20). “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”.