viernes, 30 de enero de 2009

Descalzarse para andar en el otro


Una mañana en el retiro de Nazareth, me encontré con una expresión:Descalzarse para entrar en el otro.Y me sentí impulsada a leer las palabras del Éxodo:"no te acerques más, sácate tus sandalias, porque lo que pisas es un lugar sagrado".No tardé en ponerme en oración.Jesús me presentaba uno a uno a mis hermanos de comunidad y descubrí cómo habitualmente entro en el interior de cada uno sin descalzarme.Simplemente entro.Sin fijarme en el modo entro.


Experimenté una fuerte necesidad de pedir perdón al Señor y a mis hermanos.Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego a caminar.Inmediatamente experimenté una resistencia:" no quería ensuciarme".Me resultaba más seguro andar calzada.Entonces vi dos cosas que me impiden entrar descalza en los otros: comodidad y temorVencido ese primer momento comencé a caminar y el Señor a cada paso iba mostrándome algo nuevo.


Advertí cómo descalza podía descubrir: las alternativas del terreno que pisaba,distinguir lo húmedo y lo seco el pasto de la tierra.Necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba, estar atenta al lugar donde iba a poner mi pie.Me di cuenta de cuántas cosas del interior de mis hermanos me pasaban por alto, las desconozco, no las tengo en cuenta para entrar calzada, la mirada puesta en mí o dispersa en múltiples cosas.Pude ver también cómo descalza caminaba más lentamente, no usaba mi ritmo actual, sino tratando de pisar suavemente.Donde mis zapatillas habían dejado marcas, mi pie no las dejaba.


Pensé entonces:¡cuántas marcas habré dejado en el corazón de mis hermanos a lo largo del camino!Experimenté un gran deseo de entrar en los otros sin dejar un cartel que diga: ¡Aquí estuve yo!Por último fui atravesando distintos terrenos.Primero el pasto, luego un camino de tierra hasta llegar a una subida y con piedras.Sentí deseos ya de detenerme y volver a calzarme.pero el Señor, me invitó a caminar un poquito más.Advertí que no todos los terrenos son iguales y no todos mis hermanos son iguales.Por lo tanto, no puedo entrar en todos de la misma manera.Esta subida me exigía caminar aún más lentamente y cuánto más difícil sea el terreno de interior de mi hermano, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar.


Después de este recorrido con el Señor, pude ver claramente que descalzarme es entrar sin prejuicios y atento a la necesidad de mi hermano, sin esperaruna respuesta determinada; es entrar sin intereses y despojada de mi alma.Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de todos, y por ello es que buscaré detenerme, descalzarme y entrar en cada uno como un lugar sagrado.Para ello sé Señor, que cuento con Tu Gracia.


-Anónimo-

viernes, 9 de enero de 2009

Santa María de la Antigua: Patrona de Panamá


La imagen de la Santísima Virgen María se encontraba en una capilla lateral de la Catedral de Sevilla-España.

Esta Catedral fue construida en el siglo XIV, pero se conservó solamente la pared en donde estaba la imagen, y se le llamó Santa María de la Antigua (es decir de la Antigua Catedral).

Esta devoción llega a América posterior a sus descubrimiento por los españoles, entre los miles aventureros Diego de Nicuesa consigue la gobernación de las tierras de Veraguas; Alonso de Ojeda obtiene su dominio en Nueva Andalucía.

La tierra istmeña contempla otra vez la erección de asientos hispanos. Uno de ellos, San Sebastián, lo funda Ojeda en el golfo de Urabá. Poco después es abandonado el real y en la banda occidental del mismo golfo se alzará la nueva villa o población de Santa María la Antigua del Darién.

Y en honor a su devoción y una promesa, Enciso y Balboa fundan esta población. Todo se explica desde que Cemaco, señor de la región, espera bravamente a los blancos quienes ante el incalculable choque, pero con la acostumbrada fe y valor que les acompañaba, piden ayuda a Dios bajo la advocación de la tan venerada Virgen Santa María la Antigua de Sevilla.

Prometen, si vencen en la refriega, eregir en la misma casa del cacique una capilla y dar el nombre de Virgen al poblado.

Enciso da la orden de ataque. Vence peninsulares y cumple la promesa. Es así como nace en una humilde choza indígena, la primera capilla en Tierra Firme.

La ciudad de Santa María de la Antigua fue sede de la primera Diócesis en Tierra Firme creada por el Papa León X con bula del 9 de septiembre de 1513.

Luego en 1524 el segundo Obispo fray Vicente Peraza traslada la sede de esta Diócesis a la recién fundada ciudad de Panamá.

La ciudad fue incendiada en 1671 y reedificada junto al puerto de Ancón en 1673.
Nuestra Señora de La Antigua, o del Antigua, o bien, simplemente, La Antigua, es la advocación de una Virgen que se pintó en un muro de la mezquita de Sevilla al convertirse en la catedral antigua de Sevilla. Al edificarse la catedral actual, terminada en 1587, dicho muro fue trasladado a ella, venerándose en la capilla que para su culto costeó el cardenal Hurtado de Mendoza. De esa imagen se hacían copias en lienzos, que el capellán de la primitiva capilla solía entregar a los jefes de las expediciones descubridoras del Nuevo Mundo. Así Cristóbal Colón edificóle una suntuosa capilla en la catedral de Santo Domingo, templo, al cual, años adelante, el emperador Carlos I enviaría una copia de buen tamaño, sin duda procedente de los talleres flamencos. Precisamente en esta capilla está enterrado el primer cronista del Nuevo Mundo, Gonzalo Fernández de Oviedo.

También consta que la llevaban consigo Nicuesa; Ojeda, al “que siempre acompañaba y que le libró a él y a los suyos de morir en un horroroso pantano de Cuba, que tardaron treinta días en atravesar”; Vasco Núñez de Balboa la tenía en el pendón que le guió en el descubrimiento del mar del Sur u océano Pacífico, en 1513; y ella alentó asimismo a los descubridores de Méjico.

La imagen es de estatura mayor que la normal. Lleva un manto blanco guarnecido de oro; con la mano derecha muestra una rosa, y con el brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús, que está en ademán de bendecir con la diestra, mientras que con la otra mano ampara a un pajarillo. El mural de la Señora presenta un ángel que le sirve de peana y otros dos que le están ciñendo una corona imperial. Se la considera copia de un original desconocido de la escuela italino-bizantina.

miércoles, 7 de enero de 2009

A Jesús por María...


“María es siempre el camino que conduce a Cristo” (Pablo VI).
Toda la razón de ser de las prerrogativas de María está en su función de Madre de Dios.


Todo el que se ha acercado a María es para terminar en Jesús. no se puede concebir un amor a María, que no germine en un amor a Cristo, ya que Él es el centro de nuestra vida y todo lo demás son medios para acercarnos a Él.


En la vida ordinaria vemos la lección, uno que es auténtico devoto de María, no puede menos de amar a Jesús. La experiencia nos la podrían contar todos los santuarios marianos, lugares de regeneración espiritual para muchos que llegan allí hechos un desastre en su conducta y que salen rejuvenecidos dispuestos a dar un sentido a su vida.


Nuestro amor a la Madre, si es auténtico, no se puede concebir sin el mismo amor al Hijo, ya que si amamos de verdad a una persona, tenemos que amar lo que Ella ama.
Nuestro acudir a María es sencillamente, porque Ella puede alegar sus méritos y su vida a favor nuestro ante su Hijo. Ella es licenciada en pleitos divinos-humanos.
Acudimos a María para llegar a Jesús. porque es acomodadora de la misericordia y del perdón.


Como el niño acude al regazo de la madre para buscar su protección, así los cristianos acudimos a María para ir de su mano a Dios, pues, nuestra condición de pecadores nos da vergüenza, si nos acercamos directamente.


María es un atajo seguro, que desemboca en Cristo, quien va de su mano tiene la certeza de que tarde o temprano se unirá a Jesús.


María consciente de su puesto de Medianera de todas las gracias está siempre a nuestra total disposición. Ella fue la que sirvió de enlace, para que Dios bajase a nosotros y sigue siendo el acceso que tenemos los hombres para llegar a Dios.


*fuente: Padre Tomás Rodríguez Carbajo

lunes, 5 de enero de 2009

Epifanía del Señor...


Epifanía quiere decir manifestación. Pero la manifestación de Cristo al mundo encierra múltiples aspectos. Por eso la Iglesia celebra, en el tiempo de Navidad, dos clases de sucesos que manifiestan progresivamente en Jesús al Hijo de Dios hecho hombre. Unos perfilan su nacimiento e infancia, otros señalan los comienzos de su vida pública. Entre los primeros, el más significativo es la llegada de los Magos a Belén, entre los segundos, el bautismo del Señor en el Jordán. Si la llegada de los Magos ha centrado más la atención que la de los pastores, es debido a que se trataba de unos hombres que venían de fuera de las fronteras de Israel, del lejano Oriente. Al atraerles hacia Cristo-Niño, Dios quiso revelar «para luz de los pueblos, el misterio de nuestra salvación». Se trata de una Fiesta de Cristo, «Señor del señorío", que nos esclarece «la gloria de su inmortalidad. La Epifanía es también, por consiguiente, la fiesta de la vocación de los hombres a la fe, y después a la visión de Dios. Jesús, que en la Eucaristía «se inmola y se da en comida», se encuentra presente en nuestro caminar hacia la luz, desde la fe hasta la visión. De este modo, la celebración litúrgica nos ofrece «su luz» que nos orientará, como a los Magos, hasta el final del camino.




*fuente: Sagrada Familia.org

Nuestra Iglesia...



"La Iglesia católica vio el principio de todos los reinos y de todas las iglesias que existen actualmente en el mundo, y verá también su fin. Era grande y respetada ya antes de que los sajones pisaran la tierra inglesa; antes de que los francos cruzaran el Rin; cuando la elocuencia griega florecía aun en Antioquía y cuando en el templo de Mecca aun los ídolos se veneraban...



Si recuerdo las tempestades tremendas que sobrevivió la Iglesia Romana, no entiendo cómo podría perecer. Pareció sepultada bajo la reformación germana y la revolución francesa. Pero cuando las aguas habían bajado, la Iglesia católica apareció de nuevo a la luz del día debajo de los escombros del mundo.


La Iglesia católica vio a tres imperios: el de Carlomagno, el de Carlo V, y el napoleónico. Tres épocas vio la Iglesia católica: la del antiguo imperio romano, la edad media y la edad moderna. A tres grandes persecuciones venció: la persecución de los emperadores romanos, de la reforma y de las Luces." Así escribe el protestante Macaulay.


Estas palabras inspiran consuelo. Puede ser que en algunas partes la Iglesia deba refugiarse en las catatumbas; pero, a la vez, se presentará en otras tierras en plena luz del sol. Ama a la Iglesia; ella merece tu amor; ámala y tendrás su bendición.


"Así habla el Señor: Vuelve tu vista a Sion...tus ojos verán un pabellón, que no podrá ser trasladado a otra parte; ni las estacas serán jamás arrancadas, ni se romperá ninguna de sus cuerdas". (Isaías 33,20)


Santiago Koch, SVD
De: Tu compañero de jornada al encuentro con Dios